Tal vez no te hayas dado cuenta pero en la Naturaleza hay 3 sonidos que son una constante. 3 sonidos que nos acompañan en muchos momentos pues, si bien no siempre se hacen presentes de manera explícita, están ahí, de alguna manera.
PÁJAROS. Claaaaro, el canto de los pájaros revoloteando de rama en rama o persiguiéndose en el cielo es el primero de los sonidos. Una verdadera sinfonía de trinos, tonos y melodías dispares, anárquicas, caóticamente ordenadas que disparan hacia nuestros oídos ondas de diferentes frecuencias. Sonidos que irrumpen en la placidez de un atardecer y le confieren esa textura indescriptible que tiene la música. Los pájaros son los músicos de la naturaleza, el viento su partitura.
VIENTO. Así es, el viento. Nuestro segundo sonido constante. Es invisible, como todo lo que merece la pena. Siempre está ahí y, sin embargo, no lo ves hasta que se echa a andar. Aunque es uno, el viento tiene muchos sonidos. Es capaz de despertar una melodía diferente según con quien se cruce. A veces canta una canción de multitudes a coro, como cuando se filtra entre las ramas de los árboles y toca los cientos, miles de hojas. Cada árbol tiene su viento, cada rama su canción; otras veces es arisco cuando se encuentra con las cimas de las montañas y silva en los desfiladeros agrietando su garganta al paso entre las rocas; o tras veces su sonido es voluptuoso, cuando planea por una ladera crecida de hierba fresca. A veces es osado y te silba en los oídos…
AGUA. Aunque a veces hay que ir a buscarla, el sonido del agua cantarina es la tercera constante en la naturaleza. Parece que está riendo cuando acercándote a una fuente, escuchas el chorreo constante de palabras que parece un murmullo de vieja a la fresca en un día de verano; otras veces hay más expectación pues su canto se escucha entre los cantos rodados del río que fluye vivo. Otras veces es en la catedral que supone una cascada. Aquí su sonido es altivo, un coro de voces que se alza hacia el cielo; también en el mar podemos sentir su canción. Cadenciosa cuando las olas se acercan rítmicas a la orilla, poderosa cuando gritan estrellándose contra el espigón.
En el mediterráneo tenemos un cuarto sonido, las chicharras en verano. Pero esa es otra canción.